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Tirar el aceite por el fregadero contamina mucho más de lo que se cree

03/02/2023

viernes 3 de febrero, 2023

Tirar el aceite por el fregadero contamina mucho más de lo que se cree

Tirar el aceite por el fregadero contamina mucho más de lo que se cree
Y acarrea costosas consecuencias para todos

Desde la obstrucción de tuberías hasta la contaminación de los ecosistemas, desechar este residuo por el fregadero tiene graves consecuencias para el planeta. Sin embargo, en España tan solo se recoge un 10% del aceite de cocina usado de origen domiciliario.

Hoy has cocinado tortilla de patatas. Para ello, has utilizado la cantidad de aceite necesaria para, al menos, freírlas. ¿Qué ha pasado con esa gran cantidad de aceite usado? En ocasiones, lo guardamos para tirarlo en un punto limpio, pero muchas veces optamos por dejar correr el agua y fregar. Con ese simple gesto, estamos perjudicando a nuestro planeta. Y es que, según la Fundación Aquae, un litro de aceite usado puede llegar a contaminar 1.000 litros de agua potable (hasta 40.000, según el Consorcio de Aguas Bilbao Bizkaia en colaboración con Rafrinor). Además, esta contaminación es paulatina: hasta pequeños restos de aceite en la sartén pueden propiciar la creación de bolas de grasa que atascan el sistema de alcantarillado de las ciudades.

En España, el consumo de aceite está más que extendido. En el canal Horeca —que engloba hoteles, restaurantes y cafeterías—, los últimos datos disponibles del panel sobre Consumo Alimentario Extradoméstico: Sector Horeca indican que se utilizan 300 millones de litros de aceite al año. Sin embargo, tan solo se recoge un 70% de este residuo, según datos de la Asociación Nacional de Gestores de Residuos y Subproductos de Aceites y Grasas Comestibles (Geregras). En los hogares españoles, por otro lado, se consumieron 532 millones de litros de aceite en 2021, el equivalente a casi 12 botellas de un litro por persona, según datos del Ministerio de Agricultura, Pesca y Alimentación. No obstante, las cifras de recogida son desalentadoras: tan solo se recoge un 10% de este residuo de los domicilios. ¿Esto es mucho o poco? En Europa existen pocos informes actualizados que comparen los sistemas de recogida de aceite en distintos países pero, entre los datos disponibles, un análisis de la consultora Greenea de 2016 sitúa a Bélgica a la cabeza, con un 64% de recogida del aceite usado de consumo doméstico. Es evidente que en España aún queda mucho por hacer en este ámbito.

Plagas urbanas y mayores costes de depuración de las aguas

Desde la Fundación Aquae alertan sobre el impacto que estos desechos tienen en nuestras redes de alcantarillado, creando un entorno favorable para la reproducción de bacterias que pueden generar un aumento de las plagas urbanas, así como malos olores en las ciudades.

Aqualia, empresa especializada en la gestión del ciclo integral del agua, comprueba que, cada vez con mayor frecuencia, se detectan más agentes contaminantes en el agua ligados a los malos hábitos de la sociedad, que perjudican a las infraestructuras de las compañías de saneamiento. “Cuando se ponen en práctica malos hábitos, las redes de saneamiento y depuración sufren más averías, lo que implica un aumento de los costes y de los recursos destinados a su mantenimiento y, por lo tanto, menos recursos para otras tareas y mejoras del ciclo integral del agua”, señala Juan Pablo Merino, director de Comunicación y Sostenibilidad Corporativa de Aqualia. Según el Consorcio de Aguas Bilbao Bizkaia, “la depuración de un litro de aceite es 700 veces más cara que lo que paga un ciudadano por el tratamiento de su agua residual”. Esta mala práctica representa un “coste anual en depuración de aproximadamente 90 millones en España”, señala el informe. Las empresas del sector cuentan con tareas de mantenimiento y vigilancia permanente, con el objetivo de evitar que se produzcan daños mayores.

Por último, está el tema medioambiental. “Los componentes de los aceites usados no son fácilmente biodegradables”, recuerda Merino. De hecho, según indican fuentes de la Fundación Aquae, es uno de los residuos que más cuesta eliminar en las depuradoras. “Si llegara a acabar en cualquier río o en el mar, se quedaría suspendido flotando en la superficie, impidiendo el paso del oxígeno y provocando situaciones de anoxia que perjudican gravemente a la flora y la fauna que habitan en sus aguas”, señalan desde la entidad.

Aceites de cocina que combaten el cambio climático

En España ya se están tomando medidas para afrontar los grandes volúmenes de aceite que consumimos. Desde junio de 2022, el canal Horeca tiene la obligación de reciclar el aceite usado en sus establecimientos. En el caso del aceite de origen domiciliario, a partir de 2025, las entidades locales estarán obligadas a contar con sistemas de recogida para los hogares. Pero, ¿cómo podemos darle una segunda vida a este residuo?

En el sector industrial, una de sus principales aplicaciones es la producción de biocarburantes, especialmente del biodiésel de segunda generación (producido a partir de biomasa residual no apta para consumo humano). Este biocombustible se obtiene a partir de aceites vegetales y grasas animales, y tiene múltiples usos: sustitución del diésel tradicional, combustibles marinos, SAF (combustible de aviación sostenible, etc.).

Si nos centramos en nuestro país, las estadísticas del Ministerio de Transición Ecológica y Reto Demográfico reflejan que este residuo representaba cerca de un 42% de las materias primas utilizadas para la elaboración de biodiésel en 2020. “Su producción a partir de aceites usados comporta un ahorro de energía fósil del 21% en relación al uso de aceites crudos, y un ahorro del 96% de energía fósil respecto a la producción del diésel”, destaca la institución en su página web. La sustitución de este biocombustible en los motores actuales es una de las iniciativas de las compañías del sector para impulsar la descarbonización del sector del transporte.

Empresas como Cepsa ya están realizando pruebas de biocombustibles avanzados producidos a partir de aceites usados en el transporte marítimo. En concreto, hace unos meses realizó con éxito la primera prueba en España de biocombustibles avanzados (2G) en uno de los barcos que utiliza la compañía, el Montestena, propiedad de Ibaizabal, durante varias semanas de navegación. La compañía ha querido probar la eficacia de este biocombustible, producido a partir de aceites usados (con certificado de origen sostenible de ISCC) y combustible de muy bajo azufre (VLSFO, por sus siglas en inglés), que reduce enormemente las emisiones de CO2 frente a los combustibles fósiles. Este avance se enmarca dentro de su plan estratégico 2030 Positive Motion, que pretende impulsar la descarbonización del transporte (marítimo, aéreo y terrestre) mediante la producción de moléculas verdes, principalmente biocombustibles e hidrógeno verde.

Para Javier Antúnez, director de Biocombustibles de Cepsa, “los de segunda generación se pueden usar como combustible directo para ayudar a la industria a cumplir sus objetivos de reducción de emisiones. El objetivo ahora es aumentarlo de forma sostenible y competitiva”.

Entre otros sectores que pueden aprovechar este recurso se encuentran la industria química, farmacéutica o cosmética, donde el aceite de cocina permite producir pinturas, fertilizantes, barnices, ceras, detergentes, lubricantes o asfaltos, que servirán para carreteras y mobiliario. En el entorno doméstico, el aceite usado—previamente filtrado— se puede emplear para fabricar jabones, velas, exfoliantes, o para engrasar bisagras.

Educación para el reciclaje de aceite: una asignatura pendiente

La sensibilización y educación desde las empresas, entidades y Administración pública es fundamental para lograr una concienciación ciudadana. El cambio, recuerda Juan Pablo Merino, de Aqualia, pasa por gestos muy sencillos. “Se trata de pequeños hábitos. Además de nunca arrojar aceite por el fregadero, no lavar directamente las sartenes, ya que los restos de aceite van por el desagüe, sino limpiarlas previamente con papel de cocina”.

Para el reciclaje de este residuo, los consumidores tienen a su alcance puntos limpios y contenedores urbanos repartidos en distintos puntos de la ciudad, cuya ubicación podemos consultar con una simple búsqueda de internet. En concreto, en estos contenedores es posible reciclar el aceite vegetal usado de la cocina, de frituras y grasas, de alimentos enlatados, manteca de cerdo, o grasas estropeadas y caducadas. Para ello, debemos llevar el residuo en un envase cerrado (normalmente botellas de plástico reutilizadas, pues el vidrio y el cristal pueden romperse durante la recogida) y depositarlo en el contenedor que corresponda.

Comunidades como la de Madrid han aprobado recientemente una nueva Ordenanza de Limpieza, que establece “la obligación en las comunidades de vecinos de más de 100 viviendas, y en las que técnicamente sea posible llevarlo a cabo, de disponer de un contenedor para la recogida de aceite vegetal usado que suministrará el Ayuntamiento”. Según datos del consistorio local, el municipio cuenta con 128 contenedores públicos destinados al depósito del aceite. La asignatura pendiente, es la comunicación con el ciudadano. Todavía existe mucho desconocimiento sobre el proceso de reciclado y el uso de los contenedores, y es labor de las instituciones ofrecer la educación e información necesaria para el correcto uso de los mismos.

Reciclar el aceite usado es un pequeño paso que aporta nuestro granito de arena a la lucha contra el cambio climático. “Un mal gesto puede tener consecuencias graves para el medio ambiente. La suma diaria de ciertos malos gestos por parte de la ciudadanía puede suponer daños irreparables”, señalan desde Aqualia. El cambio, al final y al cabo, empieza en casa.

  • Un Reportaje de EC Brands.

Fuente: elconfidencial.com/arcadia

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